Comunicación entre India y Pakistán

India y Pakistán retoman el diálogo después de catorce meses con escasas espectativas de acuerdos concretos

El terrorismo y conflictos como el de Cachemira centrarán las negociaciones

25.02.10 - 08:38 -
EFE | NUEVA DELHI

Los secretarios de Exteriores de la India y Pakistán se reunirán hoy en Nueva Delhi para reactivar el diálogo bilateral, suspendido desde noviembre de 2008, aunque con pocas expectativas de acuerdos concretos.
A la capital india ha viajado una delegación paquistaní encabezada por el secretario de Exteriores, Salman Bashir, quien se entrevistó ayer con varios líderes del movimiento independentista cachemir Hurriyat. Bashir tiene previsto reunirse con su homóloga india, Nirupama Rao, y mantendrá también encuentros con el consejero indio de Seguridad Nacional, Shivshankar Menon, y con el ministro de Exteriores, S. M. Krishna.
India quiere centrar esta ronda de conversaciones "esencialmente" en el terrorismo, según ha manifestado el ministro Krishna ante el Parlamento, pero Pakistán prefiere extender el ámbito de la reunión a otros contenciosos, como el de Cachemira.
Tensas relaciones
El clima de la reunión ha estado precedido por el atentado ocurrido el día 13 en la ciudad india de Pune, al oeste del país, que acabó con la vida de 16 personas y que ha sido achacado a radicales musulmanes, y por varios desencuentros diplomáticos ocurridos en las últimas jornadas.
El "diálogo integral" -un formato formal de negociaciones- que mantenían la India y Pakistán quedó interrumpido a raíz del ataque terrorista de noviembre de 2008 en Bombay, atribuido por la India a un grupo islamista con base en Pakistán.
Ambos países han librado tres guerras desde la independencia y partición del subcontinente, en 1947, y continúan sin llegar a un acuerdo sobre el estatus de Cachemira y otros puntos de su línea fronteriza común, donde se producen frecuentes escaramuzas.

Desde aquí

El Ayuntamiento de Nueva Delhi pagó a más de 20.000 empleados inexistentes

Uno de cada cinco empleados del Ayuntamiento de Nueva Delhi era un "fantasma". O, dicho de otra manera, de los 127.000 funcionarios que figuraban en la nómina de este organismo, casi 23.000 eran trabajadores inexistentes, cuyos nombres servían para que otros altos funcionarios –estos sí, reales- se apropiasen casi 30 millones de euros anuales.

El fraude ha sido descubierto por el propio Ayuntamiento gracias al sistema de identificación biométrica de trabajadores que introdujo en agosto del año pasado. El alcalde Kalwar Sain hizo pública esta información y aseguró que pedirá al CBI (la Agencia Central de Investigación) que esclarezca todos los detalles del escándalo. "De momento he ordenado que deje de pagarse el salario de todos los empleados no verificados físicamente", dijo. Sain también anunció la puesta en marcha de patrullas de inspección que verificarán la presencia de los trabajadores en sus puestos una vez hayan fichado.

El caso de las 'nóminas fantasma' puede resultar aún más llamativo si llegan a descubrirse irregularidades parecidas en el proceso de inspección que se iniciará pronto con los miles de trabajadores temporales contratados por el Ayuntamiento. Los empleados del departamento de Educación Municipal pueden también resultar ser menos que los 25.000 que figuran en la nómina municipal.

Un país, mil escándalos

Periódicamente salen a la luz en la India escándalos similares a éste, con casos de votos emitidos en nombre de personas difuntas o desvíos de fondos y subsidios destinados a los más pobres que acaban en los bolsillos de políticos regionales.

Ante la pregunta de si la corporación municipal contratará ahora a personas reales que ocupen los puestos de trabajo hasta ahora retenidos por estos 'empleados fantasmas', el alcalde de Delhi declaró que "no existe la necesidad de reclutar a nuevos funcionarios, ya que hasta ahora nos habíamos apañado bien sin ellos". Pero ahora hay quien se pregunta: "Si el trabajo de esos funcionarios no hacía falta, ¿por qué se les contrató?".

Los apellidos en Maharashtra

El estado de Maharashtra se encuenta en la zona centro-oeste del subcontinente asiático. Su capital es Mumbai (antigua Bombay) y la lengua principal es el marathi o marati.
Es, por tanto, donde reside la meca de Bollywood :)


No os voy a contar muchas cosas sobre este estado porque para eso está la red, pero os comento que caben destacar las cuevas de Ajanta y las de Ellora.

Además, aquí tenéis información sobre esta zona de la India:

De la wikipedia (en español)

De la wikipedia (en inglés)

De la página de turismo indio (en inglés)


Las cuevas de Ajanta datan del siglo II d.C. y son una representación del arte budista de la época.





Las cuevas de Ellora datan de entre los siglos V y X y contienen 12 cuevas budistas, 17 hindúes y 5jainistas. (Más info, aquí)



Bueno, el post iba a ir sobre los apellidos y los nombres en Maharashtra y al final se me ha ido totalmente... :)

Sólo dos datos curiosos: los nombres de chica que terminan en "li" son típicos de este estado: Anjali, Gitanjali, Roopali.

Los apellidos van de la siguiente manera: en un matrimonio, la mujer toma el nombre del marido y su apellido, al igual que hacen sus hijos. Por ejemplo, si el hombre se llama Rasheed Kapoor y se casa con Anita Khan, la mujer pasa a llamarse Anita Rasheed Kapoor, y ese "Rasheed Kapoor" lo mantendrían los hijos también, cada uno con su respectivo nombre. :-s

Curioso, cuanto menos...

La necesidad de eliminar -definitivamente- el sistema de castas

Desde aquí

Recognize caste as discrimination: US rights body

NEW DELHI: US-based Human Rights Watch (HRW) has called upon India to accept the UN Human Rights Council’s proposal of recognising caste as a
form of discrimination based on descent and birth.
HRW’s executive director Kenneth Roth said this at the end of the organisation’s first board meeting.

"India’s global leadership on human rights is increasingly necessary to counteract the negative role played by other powerful states," Roth said in his interaction with the media. Responding to a question related to TOI’s story on the breakthrough made by Dalit groups before the UN, Roth said it was "appropriate" for caste to be addressed in the human rights discourse and to adopt the guidelines that could lead to the establishment of a UN-monitoring mechanism on caste discrimination.

Citing the example set by Nepal for other governments in supporting the proposed guidelines, HRW’s Asia director Brad Adams said, "Political will to end the scourge of caste discrimination is needed at all levels of government to alter traditional attitudes and turn well-meaning laws into reality."

Roth urged India to end repressive laws such as the Armed Forces Special Powers Act; to reform security forces, including the police; and to prioritise the protection of vulnerable groups, such as Dalits, religious minorities and women. "By taking strong steps to address widespread human rights violations within its own borders, India would serve as a role model in promoting human rights regionally and internationally, and would have the authority to address the most serious problems affection the region," Roth said.

HRW backed the statement made earlier this month by the UN commissioner for human rights, Navi Pillay, saying that "the time has come to eradicate the shameful concept of caste," and called on the international community to come together "as it did when it helped put an end to apartheid." She argued that "other seemingly insurmountable walls, such as slavery and apartheid, have been dismantled in the past" and concluded that "we can and must tear down the barriers of caste too." A key step for caste-affected countries, HRW said, is to adopt UN principles and guidelines on caste discrimination — the first comprehensive UN framework to prevent and address this serious human rights problem.

During the latest UNHRC session, Nepal broke ranks with India and described the guidelines against caste discrimination as a "good reference" and "useful tools" to complement the efforts made nationally.

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Aquí una representación gráfica de las castas principales. Hay alrededor de unas 25.000 sub-castas, por lo que el sistema es muy complejo. Hm. En teoría, el gobierno abolió el sistema de castas, pero en la práctica, la mayoría de la gente le sigue dando importancia (e incluso es determinante a la hora de poder solicitar acceso a la universidad). Sin comentarios.

Los saris rosas



Las guerreras del sari rosa




Sampat Pal es una leyenda viva. Activista y feminista, antiviolenta pero no sumisa. Hace tres años fundó su propio ejército en una de las zonas más deprimidas de India. Casi cien mil mujeres batallan hoy contra la corrupción política, los abusos de poder y la violencia de género. ‘El País Semanal’ viaja a Uttar Pradesh para conocer su lucha.

Andaos con ojo, maridos violentos, policías untados, políticos corruptos, burócratas indolentes... Ahí fuera hay una mujer dispuesta a no dejaros pasar ni una más. Se llama Sampat Pal. No está sola. Tiene detrás a otras 100.000 como ella. Lucharán juntas hasta donde haga falta contra la injusticia en India. Son las guerreras del ejército de los saris rosas.

“Estoy en contra de la violencia. Pero si me atacan, me protejo. no sé poner la otra mejilla”

“Soy feminista, me gusta trabajar con y para las mujeres. Empujarlas a que sean independientes”

Su comandante en jefe acariciará tu rostro cuando le mires a los ojos por primera vez. No hay que dejarse engañar. También parece querer sacarte las entrañas mientras te sondea. Así es Sampat Pal. Impredecible. Cariñosa cuando quiere. Agresiva si es necesario. Puro nervio. Un terremoto de 47 años y poco más de metro y medio de estatura. "¡Gulabi Gang vencerá!", grita al conocer cualquier fechoría merecedora de la intervención del Gulabi Gang, la banda del color rosa. Sus huestes responden al grito de guerra blandiendo los lathis, esos garrotes que emplean como único medio de defensa personal. "Hoy habrá movida", susurra Sampat guiñando un ojo. Y sube al jeep que zumbará por la destartalada carretera de Atarra. Cien soldados esperan ansiosas la llegada de su líder para llevar a cabo una marcha por las calles de Fatehpur.

Atravesamos el corazón de Bundelkhand. Esta deprimida región al norte de India pertenece al Estado de Uttar Pradesh, el más poblado del país, con 175 millones de habitantes. La pobreza campa aquí a sus anchas, lejos del milagro económico orquestado por el primer ministro, Manmohan Singh, a principios de los noventa cuando ocupaba la cartera de Finanzas. El monzón que asoma a principios de julio está a la vuelta de la esquina. El calor y la humedad son sencillamente insoportables. Esquivamos vacas, tractores rebosantes de fardos de paja, camiones, bicicletas y motocarros atestados de gente. La carretera es un río humano. Hombres, mujeres y niños caminan desde primera hora hacia las bombas de suministro de agua en busca de aseo y refresco. Sampat señala el pueblecito de Kairi desde la ventanilla del vehículo. "Ahí nací yo". Ahí comienza esta historia.

La pequeña Sampat vio la luz entre arrozales, búfalos, ovejas famélicas que beben en aguas inmundas y parias tendidos a la sombra de los chamizos. Nada de todo eso parece haber cambiado en cinco decenios. Hija de pastores, ambos analfabetos y miembros del clan de los Gadaria, estaba destinada a no ir al colegio. Debía aprender a cuidar rebaños y a elaborar chapatis, las deliciosas hogazas de pan indio. Su familia sólo esperaba de ella que se convirtiera pronto en joven esposa. Demasiado pronto.

La niña mostraba interés por aprender otras cosas. El alfabeto, por ejemplo. Su tío Kakka convenció a sus padres para que la dejaran ir a la escuela durante dos cursos. Pero nadie pudo evitar que contrajera matrimonio a los 12 años. "Perdí la virginidad siendo impúber", ha contado en el libro sobre su vida, El ejército de los saris rosas, publicado en España por la editorial Planeta. Hoy, con la mirada perdida y los ojos vidriosos, rememora: "Aquella terrible experiencia me hizo desarrollar una especial empatía hacia el dolor y el sufrimiento de las mujeres". Quizá fuera el detonante de todo lo que vendría después. Una vida entregada al activismo social. Desde la organización de talleres de costura para mujeres hasta la fundación, en 2003, de una especie de ONG para el desarrollo y la financiación de pequeños grupos de trabajadoras. Sampat también comenzó a mediar en conflictos entre vecinos y familiares. Y a enmendar la plana a maridos violentos. "Llevábamos a cabo actividades cada vez más combativas. Me seguían las trabajadoras. Un día pensé: '¿Por qué no llevar un uniforme que nos distinguiera al realizar nuestras acciones? Podría significar que algo nuevo estaba pasando en este rincón de India. Algo hecho exclusivamente por mujeres".

Así nació, en marzo de 2006, el ejército de los saris rosas. Con apenas 25 soldados, de entre 40 y 60 años. Muchas de ellas, viudas. "Hoy somos casi 100.000. Quise crear una unión femenina, una unión poderosa", explica su fundadora. "El color rosa que vestimos significa revolución. Luchamos contra la dominación masculina imperante, contra los padres que no permiten a sus hijas recibir educación y apañan sus matrimonios siendo niñas. Ayudamos a mujeres maltratadas, pero también a pobres y parias humillados por los brahmanes de casta superior. También nos enfrentamos a los pradhans, los jefes de gobierno de los pueblos. Muchos son corruptos, no se preocupan de dar trabajo a los necesitados, ni llevan a cabo un reparto justo de la propiedad de las tierras".

El 'jeep' se detiene a las afueras de Fatehpur. Un centenar de mujeres vestidas de rosa se arremolinan en torno al vehículo. Han venido caminando desde varios pueblos a la redonda. Muchas de ellas son dalits o intocables. Forman parte de las castas más bajas del sistema indio. Algunas no tienen dónde dormir. Están hartas de la falta de agua potable, de las irregularidades y cortes en el suministro eléctrico, de que los gobernantes se repartan las tierras del pueblo e impidan que los ciudadanos puedan trabajarlas, de vivir bajo el umbral de la pobreza, pero sin acceso a los documentos que reconocen esa condición y facilitan la compra de alimentos de primera necesidad. "¡Gulabi Gang vencerá!", gritan todas al ver a su comandante en jefe bajar a duras penas del vehículo. Hace tres meses sufrió un accidente al caer de un tractor. No será obstáculo para que marchen juntas hasta el centro de la ciudad. Pretenden entregar en mano al magistrado de distrito un memorando donde denuncian todas estas injusticias.

Hemlata Patel, de 40 años, es responsable del Gang en la zona. Asegura tener bajo su mando entre 2.500 y 3.000 soldados.

-¿Por qué se alistó en este ejército?

-Para combatir por las que visten el sari rosa. Nos juntamos para luchar. Somos compañeras de batalla. El resto del tiempo, cada una sigue su vida. No estoy aquí por dinero. Tengo tres hijos y un marido. Y me apoyan.

Hemlata presenta a una de sus reclutas más jóvenes. Manja tiene 25 años. Es hermosa y fuerte. "Estaba desesperada. Sin trabajo, sin familia, nada. Ahora tengo fe en que las cosas pueden cambiar si luchas. Juntas sentimos que tenemos fuerza. Mucha fuerza. Es todo lo contrario a estar sola y triste. Unidas nos enfrentamos hasta con la policía, si es necesario. Y no tengo ningún miedo de hacerlo. Sé que todas estas mujeres estarán junto a mí para defenderme".

Las soldados despliegan una pancarta: "Vamos, mujer. ¡Despierta! Enfréntate a los ataques contra ti. Abraza la antorcha de la luz contra la injusticia". Es la una y media de la tarde. La marcha arranca bajo un bochorno de casi 50 grados. Una marea rosa se cuela entre los coches. Alzan sus garrotes. Interpretan cánticos. Los hombres observan el espectáculo, entre desconcertados y nerviosos, desde las puertas de los talleres, los comercios, los cafetines y puestos de mangos. Media hora más tarde, la concentración toma pacíficamente la Corte de Distrito de Fathepur, sede del Gobierno provincial.

Hasta el despacho del magistrado de distrito, Saurabh Babu, llegan gritos de guerra. "¿Dónde estás, magistrado?, ¿por qué no quieres hablar con nosotras?". Babu se lo pensará 20 minutos antes de salir. Dos hombres con fusiles guardan sus espaldas. Sampat Pal sube el tono. Estalla como un volcán para denunciar cómo dejaron sin tierra al marido de esta mujer. O por qué aquélla tiene dificultades para dar agua a su bebé. La vida no es fácil aquí en Uttar Pradesh.

Quizá lo verdaderamente importante, con independencia de la menor o mayor diligencia con la que este dirigente afronte los problemas que acaba de conocer de primera mano, es que hoy no podrá escurrir el bulto. Al menos por un día, reconocerá cuánto hay de verdad en lo que está escuchando. Si no mueve ficha después de esta visita, sus problemas irán en aumento. La comandante en jefe advierte: "Estaremos pendientes de lo que seas capaz de hacer. Y si no haces nada, volveremos. Quizá no seamos tan educadas la próxima vez". Sampat Pal está satisfecha. Arenga a sus tropas antes de despedirse: "¡Cuidaos, permaneced atentas a los problemas de las mujeres! Recordad esto siempre: unidas sois más fuertes".

Al día siguiente visitamos el cuartel general de la banda en Atarra. El austero bajo de una pequeña vivienda sirve de oficina y morada. Una estancia compartida con Jay Prakash. Su mano derecha. "Él es mi guía. Un amigo. Un hombre muy honesto. Lamentablemente, soy analfabeta. Él lleva el papeleo de la organización. Nos conocimos en 2004, cuando yo estaba formando los grupos de trabajo de mujeres. Hoy compartimos pensamientos, ideología. Vivimos bajo el mismo techo, pero cada uno tiene su familia. Él la suya y yo la mía". Y punto.

Esta mañana también hay un policía en la morada de Sampat Pal. La visita no se parece en nada a los violentos registros que sufrió en el pasado tras ser falsamente acusada de mantener contactos con la guerrilla naxalita, de origen maoísta. "Tener enemigos es inevitable cuando diriges un ejército", asume ella. "Algunos me han amenazado de muerte. A los corruptos no les interesa que las cosas cambien por aquí". La comandante conversa apaciblemente con el agente entre aromas de pachuli y el lamento de las aspas de un ventilador. Junto a ellos, sentados en un banquito de madera, cinco miembros de la misma familia atienden al parlamento. Un joven escuálido muestra la brecha en su cráneo. Se ha visto envuelto en una trifulca familiar provocada por la disputa de la propiedad de una casa. El muchacho se llama Sushil. Tiene 24 años. Aparenta más. "Conozco muchos problemas como éste. Problemas pequeños, de cada familia", justifica el policía con desgana. Sampat le ha invitado a su casa para hacerle entender que debería ocuparse de estos asuntos. Y el agente se saca un moco mientras escucha.

La mujer que ha venido con su familia a pedir ayuda a las guerreras de rosa tendrá que alistarse si quiere recibir amparo. El peaje son 170 rupias por el ingreso y otras 100 por el sari. Así funciona esto. Nada aquí es gratuito. "Pero es la mejor forma de que el compromiso se convierta en algo a largo plazo y no en solución rápida a un problema concreto. Nuestro Gang se fundó para afrontar empresas con muchos frentes abiertos. Es necesario formar parte de esta historia con todas las consecuencias. Ahí reside también buena parte de nuestra fuerza".

Así empiezan muchas. Como esta mujer desamparada. Así empezó Sampat Pal. Harta de que ninguna administración escuchara sus quejas. Y de que hasta su marido le aconsejara olvidarse de los problemas de otros. Conflictos que conforman el paisaje cotidiano de los casi 50.000 habitantes de Atarra. Por eso cada vez más mujeres se lanzan en brazos de la fundadora del Gulabi Gang.

-¿Es usted feminista?

-Sí. Me gusta lo que eso significa. Trabajar para otras mujeres. Y hacerlo en su compañía. Empujarlas a que sean independientes, a que tomen las riendas de su vida.

-Usted se declara antiabortista.

-Estoy en contra del aborto y el divorcio.

-¿Defiende el uso de la violencia?

-No. Estoy en contra de la violencia. Pero si es necesaria para protegerme, por supuesto que la empleo. Hasta donde mi lathi me permita. Hay otras armas, cuchillos y pistolas. Pero no creo en su uso. Si tenemos que ser duras, lo somos con el lathi, propio de los pastores de esta tierra. Si me atacan, me protejo. No sé poner la otra mejilla.

Relativamente al margen de las peripecias de su madre y esposa, la familia de Sampat sigue con su vida en la vecina localidad de Badausa. Munni Lal, de 55 años, es su marido. Permanece sentado a media mañana junto a la puerta de su vivienda. Hace unos años repartía helados y cubitos de hielo con una bicicleta. Ya no trabaja. Sus cinco hijos y algunos de los 11 nietos le acompañan. "Me gusta lo que hace mi mujer, creo que está bien", afirma. "Al principio tuvimos muchos problemas con los vecinos. A ella y a mí nos acusaban de meternos en los asuntos de la gente. Por eso nos mudamos de Gadaria a Badausa en 1995".

-¿Echa de menos a su esposa?

-A veces. Quisiera tenerla más conmigo.

Y ella, reconfortada por las palabras de su marido, responde: "Una de las cosas que le agradezco es que no me haya dejado". Enseña orgullosa a su familia. Y se muestra satisfecha por lo que ha logrado. "Hice todo lo que soñaba. Y aquí tienes a mis hijos; han recibido una educación, son personas de provecho. Habrán podido echarme de menos, pero yo nunca dejé de estar pendiente de ellos. Creo que mi caso demuestra que se puede ser independiente, tener un trabajo y una vida, y cuidar de una familia".

Hay que seguir la marcha. Otras mujeres esperan escuchar estas palabras. Conducimos hasta Allahabad. Allí florecerá la vis política de Sampat Pal entre discursos, cantos y consejos, no sin antes enfrentarse a una mujer de la localidad de Mau que ha desahuciado a su cuñada y llevarla hasta la comisaría de policía. La comandante en jefe del Gulabi Gang concurrió a los comicios legislativos de 2007 como independiente. Sólo obtuvo 6.500 votos. No guarda un buen recuerdo de su fugaz carrera de candidata. Ni de lo que rodea a los partidos.

-¿Qué opinión le merecen los políticos?

-Aquí, en Uttar Pradesh, ni los políticos ni la burocracia explican lo que hacen con el dinero público.

-¿Y Kumasi Mayawati, jefa de Gobierno de Uttar Pradesh, erigida ante los de su casta como la reina de los intocables?

-¿Qué puedo decir de ella? Juega con la gente. Primero pensé que podría ser una salvadora de los pobres. Pero es un espejismo. Está traicionando a su gente, a los parias, al reunir a todas las castas en su partido.

-¿Recibe su ejército algún tipo de subvención pública?

-En absoluto. No queremos dinero corrupto. Nuestros únicos ingresos son las cuotas de las afiliadas y las donaciones.

-¿Y usted de qué vive?

-De explotar unas tierras familiares.

La máxima autoridad en el territorio donde Sampat Pal ejerce la gran parte de su actividad es el magistrado de distrito de Banda. Ranjan Kumar ronda la treintena y lleva dos años en el cargo. Recibe a media mañana, recostado en un sillón de cuero de su enorme despacho. "Sampat Pal no es nada extraordinario", asegura displicente. "No es muy diferente al resto de líderes locales que suelen aparecer. Qué quieres que te diga, me merecen más respeto los elegidos por el pueblo". El joven Kumar reviste su discurso con la grandilocuencia propia de las élites burocráticas. "Si tenemos conocimiento de que se hace algo ilegal, lo investigamos. Estamos abiertos a la gente aquí, de diez a doce de la mañana. La policía también está abierta". Ante las quejas ciudadanas, argumenta: "Es cierto que cuanto más desciendas en la burocracia, la actividad se reduce. Cuatro magistrados de distrito tenemos 650 localidades bajo nuestra responsabilidad. Vigilar el dinero hacia abajo no sólo es difícil, sino imposible. Mi departamento recibe del Gobierno alrededor de 30 millones de rupias de presupuesto para un año. Con esa cantidad gestionamos, entre otros, el programa rural de empleo garantizado de 100 días anuales, al que van destinados unos diez millones de rupias. Los ciudadanos dicen: 'Dadnos dinero'. Pero no reclaman cosas para el interés común. Viven por su único interés. Si los pueblos no demandan cosas concretas, la burocracia permanece inactiva. Por ejemplo: quisimos implantar el suministro de agua potable, pero los vecinos nos dijeron que preferían seguir con el sistema de bombas de presión. Ante eso, ¿qué más puedes hacer?".

No lejos de este despacho y su aura oficialista, a unos cinco kilómetros, vive Krishna Gupta. Tiene 46 años. Fue de las primeras que se enrolaron en la banda de Sampat Pal. Todo lo que recibe de la burocracia son 300 rupias (menos de cinco euros) mensuales de pensión. Tiene su pierna derecha inutilizada por la polio. Acude a trabajar cada mañana a la oficina de Correos. Nadie quiso escuchar su historia cuando acudió a la comisaría para denunciar malos tratos de su marido. "De él sólo he recibido palizas y malas palabras desde que nos casamos", cuenta. "Jamás me habló de amor. Incluso hoy, su comportamiento es muy abusivo. Nunca he sentido cariño por parte de mi familia. Sólo lo encontré en mis amigas, en las mujeres con las que comparto lucha".

Ellas decidieron un día que la situación de Krishna era insostenible. Sampat reunió una avanzadilla y se enfrentaron a su violento marido. "¡No vuelvas a ponerle tus sucias manos encima! ¿Has entendido?". La respuesta de él fue una amenaza. Sampat no quiere entrar en detalles, pero Krishna reconoce que tras un segundo encontronazo con las del sari rosa su marido nunca volvió a pegarle. Al asomarse al retrovisor de su vida, Krishna encuentra una infancia llena de confusión y tristeza. "Me casaron con 11 años. Él tenía 26. Lo recuerdo como algo extraño, casi irreal. Eres una niña y, de repente, de un día para otro... ¡llega hasta la puerta de casa la procesión de tu matrimonio!". Sampat y Krishna se parten de risa fundidas en un abrazo. Cómplices. Refugiadas en una carcajada ante lo que han soportado. Krishna tiene tres hijos. Dio a luz al primero con 13 años. "No sé ni cómo llegué a ser madre". Las dos amigas pasean por la orilla del río Mandakini, entre viejos sadhus y niños que chapotean en sus aguas. Como Krishna, cada vez más mujeres de India sienten que ya no están solas. Un torrente de color rosa corre por Uttar Pradesh. Sampat Pal está dispuesta a escuchar sus problemas. Y a empuñar el lathi contra la injusticia. "Mis sueños se hicieron añicos de niña", suspira Krishna. "Hoy soy feliz. Mis hijos están sanos. Tengo trabajo. Y sé que mis amigas, que este ejército luchará por mí si alguien vuelve a intentar hacerme daño".

'El ejército de los saris rosas', de Sampat Pal, está editado por Planeta.

54 indios piden su regularización por llevar cerca de tres años en España

54 indios piden su regularización por llevar cerca de tres años en España

Un grupo de 54 inmigrantes indios, que abandonó el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta hace 16 meses, ha decidido pedir al Ministerio del Interior que acepte su regularización en España por llevar cerca de tres años en el país.

Fuentes del colectivo de indios han explicado a los periodistas que el tiempo de permanencia en el país, al que accedieron ilegalmente por la frontera con Marruecos, es suficiente para acogerse a este beneplácito de las autoridades.

Los 54 inmigrantes han afirmado que llevan una media superior a los dos años desde que ingresaron en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) y luego abandonaron el recinto el 7 de abril del 2008 en señal de protesta.

El grupo también ha organizado para el próximo mes una acampada a la que invita a todas aquellas personas que se solidaricen con su causa, tanto de la ciudad autónoma como de la península.

Los indios ponen como ejemplo a 33 inmigrantes de Bangladesh que fueron enviados a la península en el año 2007 como una medida de gracia por parte del Ministerio del Interior.

Mientras tanto, fuentes de la Delegación del Gobierno en Ceuta han informado de que la situación con estas personas no ha variado ya que se ha aplicado la Ley de Extranjería por estancia irregular.

La accidentada odisea de este colectivo de 54 indios indocumentados que han sufrido el azote de las mafias, han visto morir a sus amigos en el desierto del Sahara, han permanecido secuestrados en Mali varios meses, han sido encarcelados en Marruecos y repatriados a Argelia se ha trasladado a una película documental, titulada 'Los Ulises'. La cinta entremezcla sus historias personales con la de los 37 bengalíes que en 2007 también se refugiaron en el mismo monte ceutí que ellos, durante tres meses, huyendo de la repatriación.


(Desde aquí)

La herencia de la Maharani de Jaipur

Desde aquí

LA INDIA | Murió hace pocos días

La disputadísima herencia de 'la reina de Jaipur'

Ratjama Gayatri Devi, la última 'reina de Jaipur', poco antes de morir. | Efe

Ratjama Gayatri Devi, la última 'reina de Jaipur', poco antes de morir. | Efe

En 1968, una princesa india se asomó a la ventana del hotel de Madrid donde disfrutaba de sus vacaciones, y se fijó en un fabuloso Mercedes 280 aparcado en la calle. Al día siguiente, su marido, el maharajá de Jaipur, le entregaba las llaves del coche junto a una rosa roja. Sin que ella lo advirtiera, él había seguido la mirada de su amada y no podía consentir que la maharani se quedara sin un capricho.

Hoy día ese Mercedes forma parte de una herencia valorada en más de 300 millones de euros; es el fabuloso legado de una mujer que tuvo una vida de cuento. Gayatri Devi, la que fue la última reina de Jaipur, murió hace pocos días en la "ciudad rosa" a los noventa años, dejando tras de sí una leyenda por escribir y un testamento todavía por leer.

Hoy, al terminar los doce días del luto oficial por su muerte, comienza la disputa por su herencia entre el estado indio y una legión de parientes y descendientes de la que fue considerada "una de las diez mujeres más bellas del mundo" según Vogue. Con la muerte en 1997 de su único hijo, son los nietos, sobrinos y demás familia más o menos lejana quienes pretenden hacerse con una parte de la fortuna.

Además, el estado indio exigirá su derecho a administrar algunas de las propiedades que formaban el patrimonio de Devi, como un palacio reconvertido en hotel de lujo con ochenta habitaciones. Lilypool, la lujosa casa de campo en la que la "maharani" pasó sus últimos años, podría convertirse en un museo dedicado a su figura.

Por el momento, los representantes del estado y de la ilustre familia han acordado retrasar la lectura del testamento, para evitar dar una imagen poco decorosa de uno de los símbolos de la realeza india. Pero la disputa legal por una de las herencias más fabulosas de la historia se adivina encarnizada.

En 1971, Indira Gandhi puso fin a los privilegios de que la antigua clase real india disfrutaba, incluso durante los tiempos de la colonización inglesa. Desde entonces, decenas de maharajás ("grandes reyes") han visto cómo se apagaba su aura semi-divina y han recurrido a la política para conservar su influencia en territorios que sus antepasados gobernaban sin oposición. En otros casos, su brillo simplemente se ha disuelto en el tiempo y se han convertido en unos ciudadanos más, si bien con recuerdos un tanto especiales.

Hoy día, una vida como la de Gayatri Devi, 'la última reina de Jaipur', ya no sería posible. En 1940, cuando contaba sólo veintiún años, ya tenía un avión privado; nueve años antes ya había abatido un leopardo en una cacería y cuando no vivía en uno de sus palacios, seguida por un ejército de quinientos criados, residía en Londres, donde mataba el aburrimiento acumulando joyas.

A lo largo y ancho de toda la India, cualquier turista tiene a su disposición por un puñado de euros habitaciones en cientos de castillos y palacios donde hace no mucho habitaban maharajás y maharanis. En algunos casos, es el propio descendiente del 'gran rey' quien ejerce de guía para el visitante. Vacíos de ornamentos y avocados a una decadencia paralela a la de los edificios, tal vez estos reyes de antaño piensen, como dijo Devi poco antes de morir, que "la vida ya no es tan glamourosa ni excitante como solía ser".

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Más información sobre la Maharani, aquí.

Obituario

La India pide a UNICEF qye cese el reparto de ayuda alimentaria

Desde aquí


Unicef, la agencia de la ONU para la infancia, comenzó a distribuir en dos estados indios los llamados 'alimentos terapéuticos listos para usar', un tratamiento nutricional altamente energético que también promueve en África subsahariana y que cuenta con el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud.

El Gobierno indio, sin embargo, ha pedido a Unicef que deje de hacerlo. El motivo es que la agencia de la ONU no ha pedido permiso para distribuir los alimentos y que el Gobierno no ha declarado ninguna emergencia humanitaria.

Según las autoridades indias, otro argumento es que Unicef no utiliza alimentos locales ni promueve así la agricultura y la economía indios.

"Las comidas de las familias o los alimentos suplementarios no son suficientes, estos niños necesitan un tratamiento muy específico debido a su condición", ha declarado Unicef.

Hace un mes la ONU publicó un informe que asegura que el hambre en Asia del sur ha alcanzado el mayor nivel de los últimos 40 años debido a la crisis económica y al aumento del precio de los alimentos y el combustible.

En India, 200 millones de habitantes pasan hambre, lo que significa que una de cada cuatro personas no tiene lo suficiente para comer.

La alerta la da la organización Navdanya Trust, liderada por la activista ecofeminista Vandana Shiva, que advierte que el país se está convirtiendo en el territorio más afectado por el hambre a nivel mundial y que, además, la población aumenta a un ritmo de 18 millones de personas al año.

25 películas de Bollywood que no te puedes perder

Esta es la lista elaborada por IndiaTimes en 2005 con las 25 pelis (según ellos) de Bollywood que no puedes perderte ;)

- Black
- Lagaan
- Satya
- Dilwale Dulhaniya Le Jayenge (DDLJ)
- Qyamat Se Qyamat Tak
- Mr. India
- Jane Bhi Do Yaaron
- Arth
- Deewaar
- Sholay
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Faltan seis porque la página me está dando problemas :-s

La mayoría de las películas son antiguas (he visto 4), y es simplemente una lista orientativa, así que la gente ha escrito comentarios preguntando por qué no habían incluído a tales o cuales películas que son mejores que las que hay ahí.
En fin, para gustos...

PD: Para mí, Black es la mejor de las 4 de la lista que he visto.

Los meses que llevamos

Llevo bastante sin dar señales de vida por estos lares, y ahora que lo hago no es más que para dar malas noticias:

- Un corrimiento de tierra causado por las lluvias en Uttarakhand ha acabado con al menos 15 personas y sepultado a unas 40 :/

- Fallece el cuarto enfermo por gripe H1N1, tras la muerte de Reeda Shaikh (la primera víctima) el 3 de agosto.


La verdad es que el tema de la gripe es bastante preocupante, teniendo en cuenta la situación en la que viven muchas personas en India, ya no sólo los que hacen toda su vida en la calle, sino los trabajadores de los barrios rojos :-s
Esperemos que no se produzca una epidemia :(

Como nota positiva, destacamos la despenalización de la homosexualidad. Es decir, ya no te pueden meter en la cárcel o denunciarte por ser homosexual. Esto no significa que la sociedad acepte o vea con buenos ojos las relaciones homosexuales (suelen ser las familias las que más presión ejercen sobre sus hijos), pero al menos no les va a perseguir la justicia.
No tengo muy claro por qué estaba penalizada cuando en algunos estados se contempla abiertamente la existencia de tres géneros: masculino, femenino y hijra (eunuco). Me imagino que una cosa es cómo tengas el cuerpo y otra cosa es quién te atraiga sexual y sentimentalmente hablando.

Como nota curiosa, (mi) Shahrukh Khan fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Bedfordshire (Reino Unido).

Eso me recuerda que debería ir haciendo posts sobre la plana mayor de Bollywood :)

Dentro de nada, más sinopsis sobre pelis :)

Phir milenge, chalte chalte!

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